"Es un homenaje a la sencillez y a la belleza que hay en lo cotidiano. 

Casi nadie ve valor en el plástico. Sin embargo, yo me imagino un mundo en el que los objetos que hoy nos rodean en masa serán los únicos testigos de nuestro paso por el mundo. El plástico habla de nuestra generación. Ni la silla ni nosotros somos tan especiales y, a pesar de ello, si te detienes a mirar, verás en ella infinita e irrepetible belleza. Si retiras la vista de la silla y vuelves la vista hacia adentro, verás también en ti toda esa belleza.

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La idea de de crear una versión de esta obra utilizando únicamente el color cian nace del deseo de exploración del concepto de desgaste, apoyando éste en el devenir inexorable del paso del tiempo y el consiguiente desgaste producido por el mismo. La silla eterna, etérea, permanece intacta en un limbo atemporal. La tinta de la que se compone la imagen, sin embargo, no y sucumbe al desgaste inevitable. La luz solar desgasta todos los pigmentos hasta dejar el lienzo en blanco. Sin embargo, el color cian es el más resistente y el último en desaparecer. Una imagen a la que ya en origen se le han sustraído todos los colores excepto el cian, como metáfora sobre el paso del tiempo y sus efectos”.