En septiembre de 2020 rodábamos este corto en forma de tercetos en espejo.

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El espejo abandonó la estructura del texto y tomó forma física. En él comenzaba observándose la protagonista para comenzar

a ser él mismo el que observaba la escena. Un espejo que es a su vez reflejo, y posibilidad de cambio. Pared y salida.

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El año anterior, una de mis amigas más cercanas había pasado por una situación sentimental muy absorbente y convulsa.

Yo quería aportar poesía a su historia, transmutar esa energía y devolvérsela convertida en algo bello. Por esa misma época también tenía en mente realizar un cortometraje con Alejandra Martínez de Miguel, que aparte de actriz, también es poeta. Otra vez el espejo.

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Para ese corto todavía no había guion escrito y ambos deseos encontraron la forma de unirse a la vez que una amiga encarnaba a otra para crear algo nuevo.

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Elegí situar la acción en el interior de un baño como metáfora de la parte más privada de la casa, ese lugar que sólo comparten quienes comparten vida. Es ahí, oculto a la vista pública, oculto a los ojos de los demás, donde somos verdaderamente nosotros.

En ese baño metafórico habitan nuestras sombras, pero también es hogar de nuestra luz natural y de las luces artificiales con las que deseemos alumbrarnos.

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El baño puede ser a la vez una trampa sin salida, o una cajita de cerillas de la que huir quemados cuando todo prende y se aprende a abrirla.